Estratos de Brasil

Danilo Santos de Miranda
Director regional del Sesc
São Paulo


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Con el advenimiento de la globalización, algunos pensaron que los procesos avasalladores de uniformización acabarían con las particularidades, sobre todo con los modos de ser y de hacer que no estuviesen de acuerdo con los cánones hegemónicos. El pronóstico de homogeneización, sin embargo, no se ha cumplido. Hoy, por el contrario, saberes tradicionales, creaciones alternativas y experiencias identitarias de las periferias de las metrópolis y de los rincones del interior de Brasil proliferan y se propagan hacia el centro, alcanzando a otras clases sociales. Y de ahí vuelven a las afueras, en movimientos cargados de hibridismo.

 

Si, por un lado, la integración no diluyó las formas de vivir, por otro, amplió el contacto con las más diversas concepciones de mundo, abriendo abanicos de posibilidades. En cierta forma, la Bienal Naïfs de Brasil se inserta en este contexto y dialoga con él.

En 2016, se celebran 30 años de esta iniciativa. Desde la primera exposición sobre este tema, en el Sesc Piracicaba, hasta hoy, las permanencias y los cambios han proporcionado, simultáneamente, estabilidad y frescor a la realización. A lo largo del tiempo, se ha aprendido mucho. Se han expandido conceptos, ampliado significados y calibrado entendimientos dentro y fuera de la institución.

 

En todos estos años, la Bienal se ha consagrado como espacio y tiempo de encuentro, que reúne a artistas, investigadores, coleccionadores, galeristas, profesores y estudiantes, así como también al público especializado. Es un momento de suspensión que posibilita descubrimientos, estimula intercambios y conduce a lugares reales e imaginarios.

Una de las lecciones que la continuidad del evento ha revelado es que las obras vinculadas al arte naïf no se encuentran aisladas en campanas de cristal, no son ahistóricas. Inversamente, se acumulan las referencias que afirman la vivacidad de estas creaciones. Año a año, nuevos temas, ideas y soluciones confirman el dinamismo propio del campo del arte. De todo ello, emergen profundos diálogos con lo contemporáneo. Tenemos autoridad para decir, por lo tanto, que no se trata de arte parada en el tiempo, ni de arte de tiempos antiguos. Es el presente que se manifiesta y mantiene abiertas las puertas al futuro.

 

Se ha comprobado, también, que el artista no siempre coincide con el imaginario social del hombre simple del campo, desconectado de las cuestiones propias de la modernidad. En realidad, artistas de los diferentes estratos sociales, del ambiente urbano y del medio rural, se lanzan hacia esta aventura identificándose como naïfs. Emergen, así, en colores vivos o tonos pasteles, retratos del campo y de la ciudad, del trabajo y del ocio, de lo sagrado y de lo profano, de la realidad más inmediata o de mundos fantásticos. Son imágenes que se adhieren a lo presente o que hacen crítica social. Representaciones nostálgicas que recuerdan el pasado con añoranza o que apuntan a tiempos venideros. En este sentido, si quisiéramos usar la palabra “ingenuo”, normalmente asociada a este arte, cabría tomarla en su primer sentido, el del derecho romano, conectado a la idea de libertad. Desvinculándose de amarras o de escuelas convencionales, ser naïf es una práctica de libertad.

 

30 años después, el arte naïf no necesita presentar ninguna credencial para legitimarse. No hay razón para justificaciones o excusas, como si gozase de un estatus inferior. Responder a aquellos que todavía se resisten a sus encantos ya no es necesario. 30 años después, su legitimidad está dada. Sus obras han conquistado los exigentes circuitos de las artes visuales y son objeto de codicia por parte de los coleccionadores. Sus admiradores se multiplican. El lugar del arte naïf entre las grandes creaciones de las manos y de las mentes humanas ya está asegurado.

 

Tal vez, en alguna medida, por modesta que sea, el Sesc haya contribuido a este movimiento. Durante tres décadas, se ha mapeado la producción, se han formado públicos y se ha incentivado a artistas. Los números de la 13.ª Bienal Naïfs de Brasil son la expresión de este proceso: 474 artistas inscritos de 25 estados de Brasil y un total de 948 obras.

Consolidar los vínculos entre los propios creadores y, a su vez, entre estos y el público, sigue siendo un objetivo de la realización. En este sentido, además de exponerse las obras seleccionadas por la comisión de curaduría —este año formada por Clarissa Diniz, Claudinei Roberto da Silva y Sandra Leibovici—, se llevarán a cabo actividades formativas, tanto en la unidad del Sesc como en la ciudad de Piracicaba, que posibilitarán el estrechamiento de contactos. Todo ello refuerza la perspectiva de un gran encuentro.

Remover los estratos de Brasil es una motivación innata de las acciones del Sesc. Se derrumban mitos, se deconstruyen ideas preconcebidas, se proponen lecturas renovadas. Es un mundo que se revela y no necesita el aval de otros para existir. Está ahí para quien lo quiera ver.