Naif

Jurados

Naïfs, casi siempre

Geraldo Edson de Andrade

Profesor, crítico de arte y escritor. Presidente Honorario de la Asociación Brasileña de Críticos de Arte (Associação Brasileira de Críticos de Arte), ABCA-AICA

Dentro de la pintura brasileña, los llamados artistas Naïfs son aquellos que inexplicablemente reciben menos prestigio por parte de los críticos. Con el espacio limitado en el ámbito de la exposición y ausente hace años en las bienales internacionales de São Paulo, en las cuales antes había tenido fuerte presencia, y en los raros salones de arte que todavía siguen existiendo en este enorme país, se convierte en una celebración la puesta en práctica de una bienal en Piracicaba exclusivamente dedicada a nuestros artistas populares.

He aquí, pues, el mayor mérito del SESC en patrocinar esta Bienal Naïfs de Brasil para la cual convoca a artistas de todas las regiones, con una respuesta altamente positiva. En esta edición de 2010, están representados veintidós estados, reuniendo a trescientos setenta y ocho pintores; lo que es muy prometedor y, no obstante, demuestra que aún sin el apoyo crítico a los artistas nacionales del arte “naïf”, hay aquellos que han estado trabajando para que no se apague la llama de su estética y de la autenticidad de su creación. Con la ventaja de renovar cada dos años las nuevas generaciones y de revelar los artistas que de otra forma estarían limitados a sus regiones.

Sin embargo, no siempre las cosas han sucedido así. Todos sabemos que ya en la época colonial habían artistas autodidactas nacidos aquí que pintaban principalmente para decorar las iglesias de nuestras provincias más prósperas, como Minas Gerais, Bahia y Pernambuco. Aún más lejos: ¿qué decir de los habitantes indígenas que ya creaban su propia artesanía y pintaban el cuerpo en los momentos más solemnes? ¿Y cómo caracterizar los exvotos pintados y dejados anónimamente en las iglesias de devoción popular y de cruceros en el borde de las carreteras?

La Semana de Arte Moderno en 1922, que tuvo lugar en São Paulo como una ruptura entre el academismo vigente en los primeros años del siglo XX y las nuevas perspectivas del arte que hace mucho tiempo ya habían empezado a avanzar en las capitales más importantes del mundo, ni siquiera consideró incluir los dichos pintores primitivos entre sus miembros. Ello, a propósito, lo observa el investigador Pietro Maria Bardi, que en la obra “Historia del Arte Brasileño” (História da Arte Brasileira) se lamenta el caso de que los mentores del evento se ‘han olvidado de los pintores primitivistas, que habían creado aquella nacionalidad por la que ellos mismos clamaban’.

Primero, estos artistas espontáneos y sin formación académica se dieron a conocer como primitivos. Posteriormente, se han cambiado las definiciones en una sucesión de términos tales como ingenuos, espontáneos, imaginativos, regionales, folclóricos, “ínsitos” (del latín, insitus: innato) y por los cuales transitaron nuestros más auténticos artistas de este lenguaje.

Nombres como Cardosinho, como lo conocían al celador, portugués de nacimiento, José Bernardo de Cardoso Jr., aparecía con su pintura de poesía sensible en los años treinta, con el apoyo de artistas de normas cultas, como Cândido Portinari, y con el amparo crítico de intelectuales de la talla de Celso Kelly y Carlos Cavalcanti, dos de sus más grandes partidarios. Por el mismo camino, venía el agricultor de São Paulo José Antonio da Silva, descubierto en un salón de arte de São José do Rio Preto en 1946.

La atención de la crítica especializada sería aún más intensa cuando tubo lugar en 1951 la Bienal Internacional de São Paulo, en la concesión de una Mención de Honor para la pintura de Heitor dos Prazeres, compositor genial de “sambas” y “marchas de carnaval” (incluso ha sido compañero de Noel Rosa) que llevaba a la pantalla el fascinante mundo del “samba” de los “morros” de Rio. Además, la pintura de los tres artistas fue enaltecida por el escritor Rubem Braga en su monografía titulada “Tres primitivos” (Três primitivos), 1953, el primer ensayo sobre los pintores populares publicado en el país.

Curiosamente, las bienales internacionales de São Paulo, en todas sus versiones hasta 1969, siempre han reservado un espacio generoso para nuestros pintores ingenuos, llegando incluso a premiarlos como fue el caso, entre otros, de Elisa Martins da Silveira, del Piauí, y de Grauben de Monte Lima, del Ceará, quien empezó a pintar a los 60 años de edad después de se haber retirado del servicio público.

Así que fueron estos artistas y algunos otros quienes abrieron el camino para los principales artistas de mismo lenguaje, como Chico da Silva, de ascendencia indígena y de Acre, Mención de Honor en la Bienal Internacional de Venecia de 1966, con la pintura y el dibujo poblados por peces, aves y bichos del imaginario del Amazonas, Pedro Paulo Leal y su hijo Manuel Faria Leal, Rosina Becker do Valle y Silvia de Leon Chalreo, de Rio de Janeiro, Gerson e Elsa Oliveira Souza e Manezinho Araújo, de Pernambuco, Agostinho Batista de Freitas e Iracema Ardit, de São Paulo, João Alves e Edelweiss, de Bahia, Zizi Sapateiro, de Minas Gerais y Maria do Santíssimo, de Rio Grande do Norte. Vale notar que aún no existía la rivalidad, tampoco el perjuicio entre el arte culto y el arte ingenuo.

Artista como Ivan Serpa, grande nombre de la pintura moderna en Brasil, y uno de nuestros primeros pintores constructivistas, mantenía un curso en el Museo de Arte Moderno de Rio de Janeiro, donde recibía con abundante respeto muchos de estos pintores, incluso los orientaba en sus cualidades más evidentes, como la pureza del color y la forma tosca de dibujo y composición. El vocabulario plástico particular de cada uno, por fin.

La Bienal de Artistas Naïf cada dos años trae al espectador un universo plástico de encanto irresistible, que muestra a través de sus intérpretes la traducción del lenguaje de la pintura que tiene mucho de la experiencia existencial. Nada de conceptualismo o malabarismo estético, ni intelectualismo artificial, sino que un arte que sin distinción habla a todos, cultos o no. La libertad con la que pretende dar a conocer su realidad, de hecho, la poesía de la vida cotidiana que lo rodea, revela otra faceta que no puede pasar desapercibida por el investigador y por el público: la mayoría de los pintores Naïfs viene de ciudades del interior del país, de contactos con ocupaciones humildes, muchos de los cuales emergen tras la transferencia a las grandes ciudades. Con ello, demuestran que a menudo esta creación es nostálgica, una especie de ajuste de cuentas con sí mismo ante la pérdida de las raíces regionales representadas por fiestas cristianas o paganas, relacionadas al folclore regional, temas frecuentes en la obra popular (o “naïf”, si lo desean).

No se suele admirar que la pintura naïf es más apreciada por el turista que la ve como un retrato del país bajo la lente folclórica, o cómo se imaginan que se vive en el otro lado de los trópicos. Sin embargo, como señaló el antropólogo inglés R.R.Marett, ‘el arte no está vinculada a ningún tipo particular de cultura humana. Es, al contrario, una planta resistente que crece en todos los climas y en todas las estaciones’.

La Bienal Naïfs de Brasil, promovida por el SESC-Piracicaba, por lo tanto, cumple una tarea importante en el desarrollo del arte en nuestro país porque se dirige hacia el fomento, la promoción y la difusión de la existencia más real en términos de creación popular. No hay poco que decir acerca de un evento que se revela tan brasileño como nuestras tradiciones y nuestra música. Más Brasil que eso, imposible.

Jurados Geraldo
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